Hace ya mucho tiempo que en
nuestra cabeza se había asentado firmemente la idea de disfrutar de una noche
estrellada desde el Alto del Picarrón; un lugar realmente privilegiado no sólo
por su altitud y retiro, sino también por la accesibilidad e idoneidad del lugar.
Parece ser que en este escarpado
lugar se asentó, en época romana, un castillo: y se afirma igualmente que llegó
a ser también utilizado como refugio de bandoleros muchos más años adelante en
el tiempo. De ello quedan algunos pequeños vestigios como marcas de posibles asentamientos
de maderos como el que se encuentra en el lugar que escogimos para pasar la
noche: una especie de oquedad que bien podría haber servido como aljibe antaño
y que ahora nos iba a servir como refugio y cama.
Pues bien, por fin se dieron
las circunstancias necesarias para que pudiésemos realizar esta ansiada
aventura y, partiendo de la Urbanización Villacumbres del Moncayo, pusimos
rumbo ilusionados por la experiencia que esperábamos vivir.
(Morrón: 1731 m)
La ruta que decidimos
realizar partía de este punto hacia Morana, en donde tomaríamos el camino que
nos lleva, desde el aparcamiento, hacia las Praderas de Horcajuelo. El día era
muy caluroso y esta ruta nos ofrecería el refugio de las sombras de árboles y
formaciones rocosas y la frescura del agua que nos iba a acompañar durante la
ascensión a las Praderas.
(Peñas de Herrera desde las cercanías del Morrón)
Terminada la ascensión, y rodeados
de gran cantidad de mariposas que revoloteaban por las praderas, nos dirigimos
hacia el Collado de la Estaca con la intención de realizar un merecido descanso
(siesta incluida) y reponer fuerzas.
La fuerte temperatura y la
ascensión al Morrón (1731 m )
(increíble panorámica) minaron un poco nuestras fuerzas y acabaron por dejarnos
casi sin suministro de agua. Ante la disyuntiva de intentar acabar el día racionándola
o acudir en busca de ella, optamos (afortunadamente porque incluso con el nuevo
suministro acabamos muy justos) por “acercarnos” a un paraje mágico en donde
bebimos la mejor agua que nunca hayamos probado: la fuente del Col.
(Descansando en los pinares del Collado de la Estaca)
Este “oasis maravilloso” que
encontramos se encuentra a un kilómetro y medio aproximadamente del desvío que,
en el Collado de la Estaca, parte la ruta en dos, una dirección a Talamantes,
la otra, la que utilizamos, hacia Purujosa.
Tras reponer fuerzas
nuevamente y refrescarnos convenientemente, volvimos hacia el Collado de la Estaca,
caminando hacia Talamantes hasta que el Picarrón apareció frente a nosotros. En
el lugar en donde el camino tuerce hacia la derecha y perdemos la frontalidad
del Picarrón, seguimos campo a través hasta alcanzar por fin nuestro objetivo.
Casi 20 km recorridos, en ocasiones duros a causa de la alta temperatura, que llegaban a su fin con el premio que tanto ansiábamos.
(Por fin, el Picarrón en frente)
Sólo quedaba preparar “la
cama” y contemplar como poco a poco el cielo nos iba regalando con sus
maravillosas luces.
Una noche realmente mágica, al
abrigo del fresco viento, que no hubiésemos querido que se acabase.
Gracias a chicos y grandes
que, desde la urbanización nos hicieron y recibieron las señales luminosas con
las que habíamos prometido señalar nuestra presencia en el lugar en aquella
maravillosa noche.Y gracias sobretodo a ti, Roberto, que con tu ayuda, preparación y paciencia me ayudaste a disfrutar de una experiencia única
(Preparando la noche)
A la mañana siguiente,
callados y un tanto entristecidos, iniciamos el regreso por el barranco de los
Moros. Unos diez kilómetros en los no pudimos evitar volver la cabeza en
innumerables ocasiones.
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