jueves, 19 de enero de 2012

Turdus merula (Mirlo Común)( Hembra)

El ejemplar que os mostramos en esta ocasión pertenece a una hembra de mirlo fotografiada en las cercanías del núcleo poblacional de San Martín de la Virgen del Moncayo.











En una entrada anterior de este blog ya os mostramos las fotografías tomadas de un ejemplar macho (http://enelmoncayo.blogspot.com/2011/08/turdus-merula-mirlo-comun.html). Podréis comprobar de esta forma la diferenciación de los dos sexos en esta especie.

El macho es negro mate con el pico amarillo, y un anillo también amarillo alrededor del ojo. La hembra es pardo negruzca por arriba, con tintes marrón rojizo en el pecho y mentón gris rallado. Los jóvenes son algo moteados hasta la muda de otoño.

Hábitat:

Habita bosques frondosos y de coníferas con suelo húmedo; setos, jardines, barrios urbanos periféricos, parques.

Los hábitats españoles que albergan mayor densidad de mirlos son la campiña cantábrica, los parques urbanos y el naranjal levantino.

Los mirlos del bosque son muy esquivos; los de la ciudad son precavidos y desconfiados frente a cualquier extraño, pero toleran a la perfección el bullicio y ajetreo de coches y personas en su entorno.





El mirlo salta y corre a trompicones. Cuando está asustado levanta y mueve su larga cola; el estornino pinto, que coincide con él sobre los céspedes buscando comida, camina erguido, de un lado para otro, sin descanso.

En las zonas urbanas existen mirlos en abundancia, con más o menos manchas blancas en su plumaje (albinos parciales), raramente pájaros completamente blancos de ojos rojos (albinos totales).

El comportamiento de muchos mirlos urbanos es anormal. Hay machos que no cantan; otros no participan en la crianza de los polluelos; algunos intentan incubar en invierno. Las poblaciones urbanas suelen nutrirse de aves venidas de la periferia. En los países septentrionales, quien tiene un mirlo en el jardín puede conseguir que el pájaro tome comida de su mano, si actúa con calma y le da lombrices de comer, puede conseguirse que el pájaro acuda, obedeciendo su llamada. En tiempos pasados era un ave migratoria, pero al iniciarse la construcción de las ciudades se fue haciendo sedentaria. El intercambio que se produce entre las poblaciones de aves de ciudad con las de bosques es un interesante capítulo para la investigación.

Reproducción:

El mirlo macho empieza a cantar en los días templados de invierno, pero tan débilmente, que no es audible más que en las proximidades. A finales de invierno o principios de primavera ya se oye la canción completa del mirlo. Si no fuera tan corriente, los pajareros la considerarían como una de las mejores melodías emitidas por un pájaro europeo, superior incluso a la del ruiseñor. Loo cierto es que el canto del mirlo es el más musical, insuperable en riqueza de melodías y en armonía.

La actividad sexual de las aves es gobernada por lo largo de los días. Con esto se explica que en las grandes ciudades, casi siempre iluminadas, se pueda oír el canto del mirlo incluso en medio de una noche de invierno: un curioso contraste para una civilización y un ambiente opuestos a la vida natural.

Por lo demás, el mirlo canta con mayor brío en los días de llovizna y en los crepúsculos matutino y vespertino.

La pareja de mirlos ocupa un territorio durante la época de cría, no tolerando en él la presencia de ningún otro mirlo. El que no lo abandona es agredido y expulsado. Los machos que pelean están tan obcecados que pierden la noción de la realidad que los rodea, y con la mano se pueden coger con facilidad. Más de una vez ha ocurrido que aparece un azor y se los lleva a los dos. También en los silos de forraje el mirlo tiene un comportamiento pendenciero hasta poner en claro cuál es el pájaro dominante. En ocasiones se agota luchando contra su imagen que él ha advertido en un espejo, en un cristal o sobre el tapacubos cromado de la rueda de un coche.

El nido tiene forma de taza, recubre su interior con una capa de tierra y el exterior con una de tallos. Más de un ama de casa ha visto cómo un mirlo (para construir su nido) cogía la tierra húmeda de los tiestos de flores recién regados. El nido suele situarse bajo, visible, como al azar, sin protección alguna en pinos pequeños, en balcones, entre jardineras o bajo el techo de un invernadero.

Normalmente incuba la hembra en solitario los 3 a 6 huevos de cada puesta; el macho la releva raras veces. La incubación dura de 11 a 14 días. Los polluelos permanecen en el nido unos 12 ó 13 días, abandonándolo cuando apenas pueden volar. Durante otros 14 días siguen suplicando comida con gritos estridentes. Hacen dos o tres puestas al año.

Dieta:

El mirlo común es insectívoro a veces, se especializa en la captura de lombrices, que descubre en el prado y las saca con habilidad de su augjero, sin que se le rompan. En la época de las frutas, el mirlo las consume, por lo que muchos jardineros lo ven mal, olvidando el bien que hace al consumir insectos y gusanos. Es inútil matar a un mirlo en estos lugares, porque enseguida acudirán los mirlos de los territorios vecinos. Lo mejor es cubrir los fresales con redecillas fáciles de encontrar en los comercios especializados en jardinería.














En: www.faunaiberica.org

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