El collejón (Moricandia
arvensis) es una mata de la familia crucíferas que crece durante unos pocos
años hasta cerca de un metro de altura. No pasa desapercibida al proliferar en
lugares áridos donde la vegetación escasea, a menudo humanizados y alterados, y
al florecer a lo largo de casi todo el año.
El collejón se ramifica
desde la base en ramas largas, poco orientadas y terminadas en inflorescencia.
Las hojas son sésiles, glaucas y gruesas, de 6 cm de longitud como máximo.
Tiene dos modelos de hojas según el contorno del limbo, con toda la gradación
entre ellos.
Las hojas de la base poseen contorno obovado –más anchas en la
mitad distal que en la mitad basal- con el extremo redondeado, la base atenuada
y el margen sinuoso o crenado. En cambio, las hojas de los tallos son ovadas
–más anchas en la mitad basal que en la distal-, amplexicaules –la base del
limbo sobrepasa el tallo-, en forma de corazón y con el margen más liso. La
nerviación es ancha y muy visible en blanco, a pesar de no estar resaltada en
absoluto.
Las flores poseen 2 de sus 4
sépalos cuculados –es decir, con una pequeña gibosidad en la base- y 4 pétalos
de unos 2 cm de color rosa violáceo más intenso en la nerviación. El fruto es
una silicua de unos 5 cm de longitud con las semillas biseriadas.
El collejón es una planta
prolífica, con capacidad colonizadora. A pesar de su epíteto específico
arvensis, el collejón se encuentra en márgenes de caminos y en vertientes
soleadas, más que en campos de cultivo.
El collejón abunda en las
tierras al norte del Ebro y, en el País Valenciano, en las de Alicante. También
se distribuye en el inmenso desierto del Sáhara.
En: ichn.iec.cat/
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