En varias ocasiones, al caer la tarde, he tenido la suerte de poder observar algún grupo de corzos próximos a la urbanización; pero lo que no me esperaba, ni por asomo, era encontrarme con uno de jabalíes.
Paseaba tranquilamente con mi perro cuando pude escuchar, a mi izquierda,un ruido de ramas crujir. Inmediatamente sujeté al perro y, como pude, preparé la máquina a la espera de capturar la imagen de algún corzo despistado.
Pronto comencé a adivinar el tamaño del animal que se aproximaba y creí que esta vez se trataría de un zorro rebuscando algo que llevarse como cena.
En breves instantes pude comprobar como de la maleza salía un joven jabalí el cual, pese a estar muy próximo a mi, no hizo ademán de salir huyendo (como creía normal que hiciera) y lejos de ello, se quedó plantado en medio del camino sin dejar de observarme.
La intensa emoción del momento comenzó a transformarse en inquietud cuando tras este jabalí apareció otro, y después uno más, los cuales siguiendo el ejemplo del primero se mostraron tranquilos ante mi presencia y…comenzaron a avanzar hacia donde yo me encontraba.
Aceleré el paso alejándome de allí con el perro en brazos y la cámara de cualquier manera esperando que me olvidasen y siguieran a lo suyo; pero durante un buen trecho no dejaron de seguirme, lo cual ya empezaba a ponerme muy nervioso ya que no consideraba este comportamiento nada normal.
Finalmente, y para mi alivio, decidieron volver a internarse en la espesura de los carrascales y pude dar media vuelta y regresar a paso ligero.
A pesar del ratillo en el que el nerviosismo se apoderó de mi, ésta ha sido una experiencia estupenda que no creo que olvide.
Aquí os dejo unas fotografías (no de demasiada buena calidad por la luz ambiental y el escorzo con las que lo hice, con el perro en brazos y de refilón) que espero os gusten.
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